- Adelante. Disculpa el desorden.
No tengo por costumbre llevar citas a mi apartamento: es un piso demasiado pequeño para que dos personas se muevan sin incomodarse. Además, lo tengo alfombrado de papeles, libros y montones de ropa. La verdad, es que parece una habitación de colegio mayor que no habla muy bien de mí. No obstante, decidí hacer una excepción con Isabel, que tal era el nombre de la chica.
Intentando ofrecerle una bebida digna, encontré una botella de Beronia. El vino era lo bastante bueno para la dama pero mi vajilla es un desastre. Hubiera sido estupendo brindar con unas copas de cristal de bohemia pero habría que conformarse con las del supermercado. Se sacó los zapatos. Como toda ella, sus pies eran pequeños, blancos, bonitos y proporcionados. Me explicó que trabajaba de traductora freelance para diversas embajadas pues dominaba cinco idiomas. Al manifestar mi asombro me contestó:
- Se me da bien y he tenido bastante tiempo.
Se acurrucó en mi regazo y tuve la absurda necesidad de saber cómo quedaba la estampa. Busqué nuestro reflejo en el ventanal del apartamento y allí estaba yo, sentado en el sofá, completamente solo.
Fue instintivo. La sujeté por el cuello, estrellándola contra mi escritorio. Se volvió ágil, sus mandíbulas ganaron prominencia y sus incisivos crecieron unos cuatro centímetros, arrancando los falsos brackets.
- ¿Quién es ahora la presa fácil, Pardo?- dijo, mientras trepaba por una de las paredes, como una lagartija, ganando el techo de mi apartamento.
Se situó encima de mí, preparando su ataque. Yo intentaba moverme lo más rápido posible en busca de algo con lo que defenderme. De pronto, vi un viejo bastón que me fue útil durante una rehabilitación y me lance a por él. La hija de puta me seguía por el techo y en cuanto adivinó mis intenciones se lanzó sobre mí. Apenas me dio tiempo a astillar el bastón cuando tenía encima sus mandíbulas. Aunque le atravesé el omoplato no logré acertar en el corazón. La perra reculó mientras emitía algo semejante a un rugido, se miró la herida con horror y saltando entre los límites horizontal y vertical, escapó del apartamento. Agarré la otra mitad del bastón y salí tras de ella.
Vi una sombra que se perdía al fondo de la calle y avancé con cautela, apretando con fuerza la estaca. Al llegar encontré una alcantarilla destapada. Me asomé y dos puntos amarillos se iluminaron al fondo de la cloaca.
- Desciende, Pardo, te estamos esperando.
- Y una polla.