Aquella tarde leí Carmilla del tirón. Un cuento gótico sobre una extraña joven que intenta seducir a la hija del propietario de un castillo. La narración es bastante confusa en algunos de sus pasajes, supongo que en un intento de escamotear las connotaciones lésbicas de la historia. No obstante, me entretuvo bastante y me llamó la atención cómo adelanta alguno de los elementos del famoso Drácula de Stoker.
A la mañana siguiente, acudí a desayunar al café de la Plaza de Olavide. Ojeaba el periódico con su ristra diaria de incompetencias, corruptelas y crímenes. Iván se acercó a servirme y me hizo un gesto al observar el libro sobre la mesa:
- ¿Qué tal, le gustó?
- Si que está bien. Tiene algunas partes bastante picantonas. En realidad, la trama de seducción tiene mucho parecido con la del conde Drácula y Mina Murray. Nada más que veinticinco años antes.
- Y con “rollo bollo”. Lo cual no deja de ser meritorio, en plena sociedad victoriana.
- Ahora, hay algo que me disgusta en los cuentos de vampiros y es la propensión al mal de sus protagonistas. No podría, en algún caso, toda esa experiencia de siglos vividos convertirles en mejores personas.
- ¿Cómo?
- En todas las narraciones que conozco el vampiro se aprovecha su inmortalidad para someter y asesinar a sus congéneres. Podría ser interesante plantear una historia en la que el vampiro dedicara sus facultades en beneficio de los humanos. Se dice que el tiempo acostumbra volvernos más sabios, no peores.
- Ahí se equivoca, Pardo, al identificar al vampiro con el hombre que un día fue. Una vez convertido, el vampiro es un depredador y esperar humanidad sería lo mismo que esperarla de un tigre de bengala.
- Te veo muy ducho en la materia.
- Me interesa el asunto desde hace años. Creo que esas narraciones no son sino el trasunto de fenómenos realmente existentes- le miré incrédulo y me descubrió.
- No soy un pirado, ni nada parecido. Solo pienso que, dada la abundancia de textos que refieren su existencia, algún viso de verdad debe haber. En el reino animal existen muchos casos de depredadores que se alimentan de la sangre de sus víctimas.
- Vamos, vamos, Iván ¿no crees que si realmente conviviésemos con vampiros ya nos habríamos enterado?
- ¿Y no se ha planteado usted si esos seres no desearan hacerse notar por algún motivo?
- Iván, hijo, creo que no estás en tus cabales. Hace tiempo pertenecía a la pasma y si existieran criaturas de la noche rondando por las calles, créeme que lo sabría.
El chico me arrebató el periódico y lo desplegó por la página 3: sección Necrológicas.
- Mira, Pardo, estos son el menú del día de hoy. ¿Realmente pretendes hacerme creer que cada día se investigan a fondo las causas de todos los finados? ¿Que no desaparece gente para siempre o directamente no se la echa en falta? Te aseguro que mis suposiciones no van tan desencaminadas.
- Pues si pretendes hacerme creer en vampiros- contesté por zanjar aquella absurda conversación- tendrás que exponerme algo más que descabelladas teorías.
Puta ciudad, crees haber topado con alguien razonable y resulta que a la que puede, se destapa como un pirado creyente en vampiros.